Estando mis hijos pequeños, fuimos al
teatro a la presentación de la obra “El traje nuevo del Emperador”, basado en
el cuento infantil de Hans Christian Andersen. Es la historia de un rey quien
además de su gran incapacidad e ignorancia, su prioridad era su vestuario,
relegando a un segundo plano a su pueblo. Aprovechándose de esa incapacidad, un
par de hombres lo engañan y prometen confeccionarle trajes elegantes y suaves
con la propiedad de ser invisibles. No solo el rey es convencido de ello.
También sus colaboradores y la gente del pueblo, quienes a pesar de que cada
uno se daba cuenta de la inexistencia del peculiar traje, dentro del colectivo
eran arrastrados por una estupidez e ignorancia que los hacía ver que el traje
realmente existía.
Ello sucedió hasta que durante un
desfile un niño con su particular inocencia y objetividad exclamó ante todo el
mundo: “pero si está desnudo”, dejando en evidencia la verdad verdadera.
Debo confesar que me impactó el
profundo mensaje que de dicha obra emana y más por tratarse de un cuento
infantil. Hay una impresionante semejanza entre lo que sucede en ese cuento y
lo que sucede en nuestro país. El país se encuentra sumido en una gravísima
crisis política, social y económica. Hay escasez de alimentos y medicinas estando
ya en nivel de crisis humanitaria, el hampa desbordada, racionamiento eléctrico
y de agua, empresas cerrando cada día,
ausencia de insumos para el agro y la industria, jornadas de oficinas públicas
limitadas a dos días de trabajo, cada día más protestas a nivel nacional y la
calle calentándose cada vez más.
Asombroso ver como el presidente
Maduro repite e insiste en que en el país reina la normalidad pero perturbada
por una trillada guerra económica diseñada para desestabilizar al gobierno.
Todo marcha bien. Más asombroso es ver a sus seguidores repitiendo el mismo
discurso ante una realidad evidente pero que se niegan a aceptar cegados por la
ideología y fanatismo.
Estamos en presencia de un presidente
con una realidad invisible, con parte de un pueblo que ve y acepta esa
invisibilidad aun cuando sufre igual que el resto de la población, soportando
largas colas para lograr comprar uno o dos productos, sometido a condiciones
denigrantes y que trastocan la misma esencia del ser humano. Hospitales en la
ruina y compatriotas muriendo por ello. Hampones y asesinos obrando libremente.
La corrupción haciendo de muchos socialistas del siglo XXI multimillonarios.
Los poderes públicos secuestrados y a merced del gobierno. Sin embargo, aquí no
pasa nada.
Esa realidad que no quieren ver ha
erosionado la paciencia y aguante del venezolano de una forma tal que ya
Venezuela es una olla de presión a la que el gobierno descaradamente tapa las
vías de salida democráticas y constitucionales. La mayoría del pueblo vio la
desnudez de esa realidad y reclama sus derechos constitucionales en una forma
cada vez más frontal y aguerrida. El asunto se complica al pretender salir por
vía democrática de un régimen que no tiene comportamiento democrático y ello no
será posible. La salida será entonces el ejercicio del derecho constitucional
de la protesta cívica y pacífica en la calle y la desobediencia civil, emulando
al gran líder Mahatma Ghandi y su marcha de la sal con la cual desafío al
gobierno británico al cual doblegó sin aplicar violencia. Amanecerá y
veremos.
Eduardo J. Díaz Ayala
C.I. 4.972.210
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