martes, 19 de junio de 2018

Montaña soñada


Por: Héctor Camacho Aular
Esa montaña que desde muchísimos años bendice nuestro yo interior con su perfumado manto verde estoy seguro que nunca ha dejado de cumplir, ante el luminoso universo,  con el ritual de amor que le ha encomendado la sabia naturaleza. Por esos  verdes prados conviven, en perfecta armonía, múltiples legiones de pájaros trajeados con variados colores que jamás  se cansan de trinar dulces melodías celestiales, en los espaciosos escenarios de los arboles. Cada día, desde muy temprano en la mañana, sale el enorme batallón de hormigas milenarias a realizar las acostumbradas caminatas de largo alcance por los complicados túneles de aquella selva virgen. 

Todos los días, a medida que va saliendo el sol,  se abre un gran abanico multicolor en las ramas de los árboles para presentar solemnemente  a las vistosas lagartijas  con su renovado show, orientado a mimetizar su presencia. Muy cerca de allí, estará el sagrado sitio donde nace el límpido río encargado de surtir, sin descanso, con agua bendita a la agradecida ciudad. Con frecuencia veremos, en la parte más alta de la montaña, un inmenso arco iris que anunciará la caída inminente de abundante lluvia necesaria para renovar el verde intenso del paisaje.

Ese monumento sagrado, que cada día estoy viendo,  está diagramado con muchos caminos vírgenes y múltiples senderos insospechados que tienen el don divino  de rejuvenecerse  ante la mirada solidaria del tiempo.

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