Por: Héctor Camacho Aular.
El ser humano, en su andar por la vida, mantiene un incesante movimiento de sus extremidades, tanto superiores como inferiores, estando siempre propenso, en un momento dado, a sufrir molestias musculares ocasionadas por cambios violentos inesperados en su compleja estructura anatómica. Situaciones dolorosas como una distensión violenta de los ligamentos, una torsión brusca del cuello, un dolor punzante en las caderas, costillas o en los brazos, para nombrar algunos ejemplos han sido tratadas desde comienzos de la humanidad por un grupo de arriesgados personajes que, sin tener estudios científicos de la anatomía humana, han logrado por intuición genética restablecer el equilibrio muscular de aquellos enfermos tratados, valiéndose de viejas prácticas ancestrales transmitidas oralmente de generación en generación. Testimonios individuales de su ingenuo trabajo, los encontramos en todas las culturas del mundo, de allí que, su labor comunitaria deberá tomarse en cuenta a la hora de revitalizar la memoria histórica de los grandes oficios. Estos personajes descritos son las sobanderas y sobanderos.
Con los ojos del conocimiento práctico, estos oficiosos han aprendido con sólo ver la lesión traumática decidir si es procedente o no sus servicios. En caso afirmativo, proceden a humedecer la zona afectada con aceite alcanforado para luego entretener al paciente con un monólogo de historias alegres que provocan la risa en el aquejado. Después, en el momento menos esperado, el sobandero hunde su pulgar en la parte hinchada de la lesión. En ese instante, desaparece la risa del afectado para dar paso al interminable y repetido teatro del ay, ay, ay…, a lo cual el practicante con sabio humor responde: “Claro que si hay pero no te preocupes que ya vamos a terminar”. A continuación, le coloca un emplasto con hierbas medicinales y procede a vendarlo. Por último, recomienda: “Te acuestas temprano, no dejes que te pegue el sereno y verás que en tres días ya no tendrás hinchazón”. Cabe destacar y agregar también, la presencia en las comunidades desde hace mucho tiempo de un grupo de sobanderas de la cigüeña, encargadas de dar masajes a las parturientas, para facilitarles un alumbramiento feliz.
En la región yaracuyana han sido mucho los sobanderos y sobanderas que han ejercido este oficio milenario de allí que resulte imposible mencionarlos a todos. Sin embargo, hemos recopilado una muestra representativa de varias poblaciones del estado dejando clara constancia que no son los únicos existentes. Por ejemplo: en Guama era muy famoso Saturnino López, quién era muy solicitado, en especial, por peloteros lesionados a consecuencia de un mal deslizamiento en las bases o de un pelotazo además los guameños han contado con los expertos: Epifania Alejos, Modesta Bracho (“La Negra”), Francisca Sánchez (“Pancha”), Simona Giménez, Ana Gregoria Muñoz, Camilo Betancourt, Antonio Sánchez (”El Poeta Campesino”), entre otros; Cocorote, Tolentino Castillo, Rafael Petit, Nicolasa Vargas, Segunda Montero, Jose Luis Oviedo y Luis Giménez; San Pablo, Alfonsa Ávila, Ramón Torrealba, Pastor Ávila y Pablo Gutiérrez; Aroa, Hermenegilda Parra, Belén Cortez, Úrsula Atalido (“Chula”),José Gainza, Josefa Tovar, Simón Gainza, María Reyes, Eloísa Camacho, Juan Ramón Puertas, Santiaga Aular (“Mama Chaga”), Candelaria de Arriechi; Yaritagua, Silvestre Farfán, Ricardo Castillo, Gerónima Machado; Chivacoa, Eduardo Peralta, Juana Yecerra, Francisca Barrios, Ramón Díaz, Amelio Berris, Eladio Alvarado, Pedro Álvarez, Roque Colmenares, Adela Sánchez de Colmenares; Nirgua, Tomasa Sánchez, Leticia Álvarez, Pedro Antillano y por supuesto Urachiche, con los oficiosos del ramo: Carmen Andrade de Rodríguez, Marcolina Rodríguez, Gumersindo Navarro, Juan Luna y Dimas Luna.
En San Felipe, la capital del estado Yaracuy, la actividad desplegada por estos kinesiólogos populares estuvo repartida, principalmente, por los barrios de Cantarrana, Zumuco, Caja de Agua, Punta Brava, El Panteón, Monte Oscuro y en el Municipio Independencia. De esa trova sobadora resaltan: Dolores Alejos, Francisco Ramírez (“Chicón”), Pedro Cortez, Aurelio Goyo, Manuela Blasco, Angela del Carmen Gutiérrez de Alvarado, Juan Ramón Gutiérrez, Margarita y Juana Ramírez, María de la Cruz Traviezo, Doroteo Sierra, Carlos Meza, Agapita Domínguez, Albertina Clisánchez, Miguel Mujica, Felipe Nerio, Rafael Núñez, Felipe Corona, Camila Garranchán, Alberto Betancourt, Julio Martínez, Joaquín Meza, María Higinia Hernández, Román Sierra, Tomás Mendoza (vecino de Cañaveral), y otros más.
Los sobanderos y sobanderas ejercieron su oficio prácticamente hasta la década de los años cincuenta del siglo XX, dando paso a los médicos especializados en traumatología y a los galenos expertos en medicina física y rehabilitación integral. Atrás quedaron los diagnósticos de los abuelos del “pié falseo”, las “cuerdas enredadas de la mano” y el “viento en la paleta” así como también las técnicas de preparación del aceite alcanforado, la tintura de árnica y la cataplasma de mastuerzo aprendidas en la galénica magistral de la vida.
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