Por: Héctor Camacho Aular.
Esteban no ocultó su emoción por la llegada del mes de diciembre. Desde el primer día comenzó a dar grandes saltos de alegría por todos los rincones de la casa desafiando, algunas veces, la inquebrantable Ley de Newton al compás de grandes carcajadas. La emoción expresada no era para menos, al enterarse de que su padre Pedro Manuel había cumplido con la promesa de regalarle en navidad una vistosa bicicleta negra Rally modelo NLVM56.
Al tenerla en su poder, salió de inmediato de su casa a pasear en ella por todos los rincones de la ciudad, con el firme propósito que todo el mundo lo viera y llamar la atención, en especial, de sus compañeros de clases y los eternos curiosos del lugar. Al retornar a su casa al atardecer procedía siempre a limpiarla y algunas veces a pulirla. No contento con eso, tenía la costumbre, antes de acostarse la de pasarle un pañito de lana para verla brillar como las estrellas.
Un día tuvo la genial ocurrencia de salir en ella por los alrededores del Parque Junín de la ciudad que lo vió nacer. No terminaba de bajarse de la misma cuando se le acercó su fraternal amigo Roberto, quién exclamaría, con asombro: ¡Pero si está virulita!. Seguidamente, éste se la pediría prestada para dar una breve vuelta por el sector. Sin pestañear, su dueño accedió al pedimento. De aquel inolvidable episodio han transcurrido tres cuartos de siglo y el ingenuo Esteban, con su paciencia milenaria, mantiene viva la esperanza de recuperar su consentida bicicleta para que la conozcan sus bisnietos. Solo sabe, con certeza astronómica, que ella aparecerá segundos antes de que el sol se sumerja en el inmenso agujero negro de nuestra galaxia.
Saludos a Esteban, que no se preocupe la bicicleta está en la Gover de exhibición con un letrero que dice : perteneció al amigo carnal de Eleuterio Salas😄💯
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