sábado, 4 de mayo de 2024

FELINOS MELÓMANOS


Por: Héctor Camacho Aular.

Todos los días al levantarse Gregorio Gerardo tenía como costumbre sentarse en su vieja silla, para afinar su guitarra y de inmediato iniciaba su acostumbrado concierto mañanero. Al oír los primeros compases del famoso trémolo de Recuerdos de la Alhambra, del compositor español Francisco Tárrega, llegaban siempre al cuarto, sin previo aviso, dos hermosos felinos: uno de color negro brillante, que siempre se colocaba en el lado derecho del ejecutante y, el otro, vestido de amarillo intenso, en el izquierdo. Ambos escuchaban, en completo silencio, el programa seleccionado y siempre que terminaba cada pieza sacaban a relucir sus vistosos dientes blancos en señal de aplauso. 

El genial Gregorio Gerardo, para complacer a sus leales amigos, tenía en su variado repertorio infinidades de piezas tanto académicas como populares. Con elegancia y precisión salían de su guitarra inolvidables preludios, choros, sonatas, estudios, valses, tangos, milongas, chacareras, zambas, danzas paraguayas así como también antiguas serenatas ingenuas. Que se sepa,  en muy pocas ocasiones tuvo que detener sus magistrales ejecuciones por ruidos imprevistos en la habitación, a excepción de aquella vez que se paró sonriente para apagar la burbujeante cafetera que había dejado olvidada su adorado amor. Cuando terminaba sus ejercicios matutinos murmuraba desde muy adentro: “Me siento feliz, ya está bueno por el día de hoy”. De inmediato, se escuchaban a todo volumen los gritos y arañazos de los  felinos melómanos contentos de haber presenciado aquellas ejecuciones magistrales. Este gesto efusivo y espontaneo siempre  enaltecía a Gregorio Gerardo, quién no vacilaba en proclamar, a todo pulmón: “Orgulloso me siento de tener como espectadores a mis fieles gatos Pira y Pasta”

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