jueves, 13 de abril de 2023

REZANDERAS Y REZANDEROS YARACUYANOS

Por: Héctor Camacho Aular.

Foto: La rezandera María Maduro

(Cortesía de Jorge Pinto Maduro). El oficio de rezandero desde años atrás ha sido ejercido por personas seleccionadas quienes tienen un don especial. Ellos son los encargados en los pueblos de dirigir las velaciones y novenarios  de los difuntos, además de administrar rezos para santiguar a los niños y, en muchos casos, para ayudar a la cura de una enfermedad o mal menor, utilizando para ello la herramienta fundamental cristiana: el rosario. La tradición católica refiere que en el año de 1208, la Santísima Virgen María, a través de una visión, enseñó personalmente a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos, como debía rezar el rosario además de señalarle, a él y sus seguidores, que debían predicarlo en todas partes utilizándolo como un remedio rápido y eficaz contra los males de la humanidad. En 1569, el papa Pío V en una bula especial, definiría el concepto de rosario o salterio de la Santísima Virgen como “…un modo piadosísimo de oración al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María e interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías, y tratando de ir meditando mientras tanto en la vida de nuestro Señor”. Con el correr de los años, la costumbre de rezar el rosario en las iglesias, monasterios y conventos fue haciéndose extensiva a la gente humilde de los pueblos surgiendo de esta manera en sus comunidades respectivas  los abnegados rezanderos que conocemos hoy en día.


La tradición expresa de rezar el rosario a los difuntos durante el velatorio y en los novenarios, siempre ha sido presidida por el rezandero del lugar, en sana compañía con los familiares y personas allegadas al fallecido, quienes de manera coordinada responden en coro las oraciones respectivas. A lo antes expuesto habría que agregar, con justicia, que el oficio de rezandero ha sido ejercido tanto por hombres como por mujeres de reconocida fe católica. En Venezuela, en especial en el estado Yaracuy, han sido muchos los que se han dedicado a ésta noble actividad y de allí que la historia oral de su capital San Felipe no podrá olvidar nunca a las rezanderas: María Maduro, Inés Teodelinda Pulido de Freitez, María Genoveva Castillo, Josefina Domínguez de Muhleman, Palmacia Parra, Tirsa Berris de Carrera, María Gregoria Colmenares,  Juana de Yarza, Cayetana Fernández, María Garcés , Flor Tejera, a quién Israel Jiménez Emán le dedicara el poema Mayo en la memoria (“ …Siempre ahí / inmortal a la cabeza del  féretro / plañendo las memorizadas letanías /que tardé tanto años en descifrar / las que te llevaron a ser la dueña y ama / de cuanto novenario hubiera más allá de los límites / de Punta Brava y Monte Oscuro..”), Norelis Puertas, Luisa Tovar y otras más. Tampoco dejará de nombrar a los rezanderos: Raimundo Mendoza, Mateo Pacheco (“Pachequito”), Bruno Ramírez, Juan Arias, Teodoro Campos, Alberto Osorio, Luis Labrador y muchos otros. Por su parte, el pueblo de Cocorote siempre recordará a: Sebastián Oviedo, Ramón Rodríguez, Eugenia Ortiz, Antero Torres, Cayetana y Juana María Oviedo, entre tantos. Era costumbre en suelo yaracuyano durante el siglo XX, que los rosarios de los novenarios comenzaran a las ocho en punto de la noche, para el cual el oficiante del rosario se sentaba justamente al frente de un vistoso altar, decorado apropiadamente para la ocasión, a su alrededor, los familiares y amigos que acompañarían el rosario. En la última noche, eran rezados tres rosarios y era costumbre, en el descanso de las plegarias, servir café, chocolate, galletas y queso a los asistentes.

En el estado Yaracuy la honorable cofradía de rezanderos y rezanderas también se ha hecho presente en las demás comunidades que forman el valle fértil de nuestro suelo. De allí que no podríamos dejar de nombrar, por ejemplo, en Aroa a los expertos del rezo: Gregorio Vargas, José Antonio Oviedo, Margarita Ochoa, Eduardo Freitez y María López; por las tierras de Chivacoa a Alejandro Montilla, Agustín Pérez y Ramón Díaz; en Guama a la trova religiosa constituida por Demetrio Parra Guevara (“Tun Tun”), Simona de Díaz, Teodolinda Mora (“La niña Teo”), Ifigenia de  Barico, Esther Camacho de Pérez, Isabel Espinoza y Gertrudis López; en Urachiche a las rezanderas Yocasta Díaz, Bartola de Yépez, Zoila Chávez y Eufemia de Ballester además de recordar a José Navas con su estilo de rezar “cantaíto”. En la acogedora Nirgua a las rectoras piadosas: Julia Campos, Félix Caro, Julia Rojas y al rezandero de la nueva generación Carlos Mujica. Por supuesto, sin dejar de nombrar a  Yaritagua, con sus baluartes religiosos: Mercedes Barrios de Tovar, Felicita Montilla, Inés Peña (”La niña Inés”), María Mujica, Bartolo Antillano y Ricardo Antillano.

Las rezanderas y rezanderos, con su oportuno servicio religioso a la comunidad, han sido el puente espiritual para saborear con intensidad los aromas exquisitos del poder de la fe, la esperanza y el amor, a través de la oración compartida que será en esencia el pilar fundamental para alcanzar, tarde o temprano, la esperada felicidad eterna en el luminoso paraíso de los sueños posibles.

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