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Los tiempos difíciles nos enseñan. En
algunos casos nos muestra quien representa el papel de antagonista y qué
debemos hacer para superar los conflictos. Aprendemos que a veces "lo
bueno" no lo es tanto, y "lo malo", empieza a suscitarnos
dudas.
Los tiempos como estos también nos
revela que en la unión está la fuerza y que lo digan los liceístas que con el
apoyo mutuo, logran juntar unos cuantos bolívares para comprar ese pan que
atenúa el hambre. Que lo digamos nosotros, los jóvenes y no tan jóvenes, que
juntos hicimos en más de una ocasión, una fiesta a punta de “Vaca” para
celebrar, desde un cumpleaños hasta las materias que se aprobaron en
reparación.
Eso es lo que nos ofrece “La Vaca”, o la
recaudación de fondos, la prueba irrefutable de que en compañía de los otros,
los sueños y las metas son posibles. Quién logró este diciembre pasado y aún
esta Semana Santa, cumplir con las tradiciones gastronómicas en solitario sin
el apoyo de algún familiar. Diría que pocos, porque lo que hoy es palpable, es
el hecho de que más de uno, debe aportar, aunque sea una ínfima parte para
lograr los cometidos comunes.
Es tan fuerte la cuestión que lo vemos
en diversas situaciones de la cotidianidad. Para hacer el mercado, para los
gastos de la casa, los de los niños; incluso, para los hermanos cuya madre
tiene más de 80 años y sus cuidados son muy costosos para uno solo. Las
reuniones con los amigos, en compañía de un café o un almuerzo, ahora nos
demanda, dividir la cuenta, no como un acto de egoísmo (lo tuyo es tuyo y lo
mío es mío) sino como un acto de plena consciencia de que el esfuerzo del otro
es igual al mío, en consecuencia, es nuestro.
La situación de supervivencia en la que
nos encontramos obligados a estar, nos exige unirnos, en familia, en amigos, en
gremios, en la comunidad y así solventar las vicisitudes que se nos presentan,
desde las más efímeras como la merienda, hasta las más importantes como las
riendas de un país.
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