Por: Héctor Camacho Aular
La fuente de inspiración de un músico compositor parece no tener límites
en su imaginación. Muchas de sus creaciones aparecen en momentos inesperados de
la vida, las cuales son captadas hábilmente para ensamblar una notoria canción.
La historia musical venezolana está llena de muchos ejemplos de lo antes
expuesto. Uno de ellos lo encontramos en la pieza, en ritmo de onda nueva, El
catire (“…Doña, póngale preparo al muchachito/chiquitico catire/Misia, búsquele
acomodo a su niñito/mire que va da una matá/…”)
original de Aldemaro Romero, inspirada en el hiperquinético niño Gustavo
Alfonzo Bravo, hijo de los músicos Luis Alfonzo Larrain y Vivita Bravo. Con
éste tema Aldemaro Romero y su grupo de Onda Nueva participa en el IV Festival
de la Canción Moderna, realizado en Caracas en el año 1970.
Otro ejemplo está presente en el famoso bolero Motivos, realizado por el
porteño Italo Pizzolante, el primero de diciembre de 1965, dedicado a Anita
Arismendi Melchert quién lo había invitado a una velada musical en Caracas en su residencia, en horas de la noche. Ese
día, cuando el ingeniero y compositor regresaba de su trabajo en Petroquímica,
en el trayecto de Morón a El Palito, escribió las primeras estrofas de su tema
romántico (“Una rosa pintada de azul/es un motivo/una simple estrellita de
mar/es un motivo/…”), logrando completarla cuando arribó a su casa. Esa noche,
los invitados de aquella fiesta caraqueña escucharían por primera vez Motivos,
en la voz de su propio autor.
En el año 1962, el aragüeño Jesús Reverón Gómez radicado en San Felipe,
por encargo del doctor Eloy Polanco para su hija Katiuska, compone el vals
Inocencia, que luego le cambiaría el
título en Mérida por el de Niña. Años más tarde, este vals sería grabado el 23
de abril de 1971 por el cantante yaracuyano Manolo Camacho, acompañado del conjunto
criollo Paramaconi. Ésta pegajosa pieza, en breve tiempo, se convertiría en un
éxito radial en la región centro-occidental y, de paso, inicio al boom de las
grabaciones de los artistas yaracuyanos.
Una de las piezas emblemática de
la región de Guayana es el vals Viajera del río (“Paseando una vez/por el
malecón/extasiado me quede/al ver una flor perfumando el río/…”), realizado por
el compositor Manuel Yánez, el Juglar del Orinoco, nacido en Ciudad Bolívar.
Dicha pieza, fue realizada por el autor mientras observaba desde el malecón de
su ciudad natal los racimos de la planta acuática bora, conocida también como
lirio o chupachupa, al desplazarse por el majestuoso rio Orinoco. Este vals fue interpretado por
primera vez por la niña Chismir Grau, en el año 1999. Posteriormente, ha sido
grabado con rotundo éxito por Francisco Pacheco, Serenata Guayanesa, Aquiles Machado,
Iván Pérez Rossi (en ritmo de bolero) y otros cantantes más.
Para comienzos de los años noventa, específicamente en 1993, el músico compositor Andrés Fernando
Rodríguez viajaba en una buseta en compañía de su hija de tres años, Lorel
Rodríguez Pérez, la cual se quedó
dormida en el trayecto siendo interrumpido inesperadamente su dulce sueño por
un rayo de luz que le pegaba en la cara y ella, reaccionando, gritó: ¡Apaguen
ese sol que no puedo dormir! A su regreso a la ciudad de San Felipe, esa frase
se mantuvo en la mente creativa de su padre lo que dio pié para componerle el
son No apagues tu sol (“…Si algunas
luces no te dejan dormir/no te atormentes, busca dentro de ti/y encontrarás
allí tu propio sol/ese que alumbre el sueño y la razón/…”). Esta canción testimonio
aparece en el CD realizado por el Grupo Musical Reflejos, titulado “Reflejos…del Sol Eterno” (2016).
Lo antes narrado, es tan solo una muestra de algunas piezas venezolanas
inolvidables que nacieron bajo el amparo gozoso de la mente genuina de
acertados compositores.
Excelente trabajo del autor...extremadamente interesante conocer el origen y la inspiración de tantas piezas venezolanas que pasaron la barrera de los años y son orgullo de nuestro gentilicio .
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