Estoy inmensamente preocupado por lo
que pasa en nuestro país. El mes de diciembre y los días que han transcurrido
de enero se han ido sin dejar huella. Es como si aquí no pasara nada. La
tranquilidad, pasividad, inactividad, indiferencia y sobre todo la apatía que
han venido demostrando los que nos consideramos de oposición debe llamarnos a
la reflexión. Antes del anuncio del famoso diálogo, estrategia muy bien
planificada y pensada por el régimen, gran parte de la población opositora
estaba movilizada en todo el país protestando a diario en las calles y el
gobierno antes de continuar perdiendo la calle y apoyo popular, evidenció su debilidad y sacó el “as” que
tenía bajo la manga para oxigenarse: el diálogo.
El diálogo es necesario y es la forma ideal de solucionar las
controversias. Sin embargo y así lo he dicho en artículos anteriores, no
estaban dadas las condiciones para ello. Con un régimen que controla todos los
poderes, que tiene el control militar y maneja a su antojo la conciencia de sus
seguidores, no era viable ir a un diálogo sin antes haberlo obligado mediante
la presión popular pacífica y sostenida a sentirse disminuido, sin apoyo
popular y una vez llevado al mismo nivel de aquellos que justamente reclamamos
un cambio para el país dar inicio al diálogo. Así las cosas, el escenario sería
distinto.
Más del 80% de la población clama por un cambio radical de las políticas de
estado. Un país que no se merece estar en la situación en que se encuentra por
tener todo: abundante petróleo, hierro, oro, diamantes, tierras fértiles,
abundante pesca, largas costas sembradas de bellas playas, extensas llanuras,
montañas y páramos con paisajes inigualables y pare usted de mencionar todo
aquello que cualquier país quisiera tener para no depender en forma alguna del
oro negro más si del turismo. Nuestro gran problema: la mala gerencia, la
corrupción, la ceguera y miopía política de nuestros gobernantes y mayoría de
dirigentes y sobre todo la clara intención del régimen en acabar con la empresa
privada, con nuevas inversiones y emprendimiento, con la producción agrícola y
pecuaria y con todo aquello que signifique progreso para así colocar al
ciudadano en posición de mendigar y depender del todopoderoso Estado.
Desde el punto de vista
de estrategia política, todo ha fallado. La nueva AN salió reprobada durante su
primer año. El régimen amparado en su único escudo con visos tímidos
y débiles de legalidad, el TSJ, se ha encargado de colocar en situación de
desacato a la AN y por ende todo aquello que emane de ella es revertido o
declarado nulo o ilegal. ¿Qué se puede esperar? Nada. Pareciera que hasta los
políticos más experimentados de nuestra oposición llevarán a cabo sus acciones
con la firme intención de seguir hundiendo a sus propios seguidores sin
importarles el país.
En ese sentido, el colega, amigo,
avezado y “zorro viejo” de la política, Don Luis Valdivieso comentó algo que me
hizo reflexionar. Indicaba que era incomprensible que Ramos Allup hubiera
consentido en entregar la presidencia de la AN a Borges, por el solo hecho de
pactos políticos. Si es harto conocido que para el régimen la AN está en
desacato, ¿por qué no se mantuvo Ramos Allup en la presidencia de la AN ya que
él si fue juramentado antes de la fatídica decisión de desacato del TSJ y por
ende no hubiera podido ser desconocido por la propia AN y el régimen? ¿Es algo
premeditado e intencional de parte de Ramos Allup para “envainar” a PJ, a
Borges y hacer ver que él y AD eran la panacea a toda esta tragedia? Ahora
Borges es desconocido y atacado por el régimen y todo marcha igual o peor. Don
Luis me resisto a aceptar lo que comentaste pero al final del día creo tienes
razón. O despertamos o nos terminamos de hundir. La decisión está en nuestras
manos. ¿Qué más esperamos?
Eduardo J. Díaz Ayala
C.I. 4972210
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