Por: Héctor Camacho Aular
En la historia triunfal de la música clásica uno de los lapsos más
productivos y llamativos fue el periodo barroco, que transcurrió desde el 1600
hasta el año 1750. Sería en Italia donde nacería éste movimiento y sería cuna
también de los grandes maestros Amati, Guarneri y Stradivarius, fabricantes de
violín y otros instrumentos de cuerdas.
Dentro de los músicos italianos del período barroco figuran: Tomaso Albinoni,
Arcangello Corelli, Francisco Manfredini, Claudio Monteverdi, Domenico
Scarlatti, Giuseppe Torrelli, Giuseppe Tartini, Pietro Locatelli y otros más. Por supuesto, sin dejar de nombrar
al sacerdote de pelo rojizo Antonio
Vivaldi conocido como “il prete rosso”, quién se distinguió como violinista,
compositor, maestro de coros y conciertos, maestro de violín además de
empresario teatral.
Antonio Vivaldi, nació en Venecia el 04 de marzo de 1678. Años después,
fue ordenado sacerdote en 1703, teniendo que renunciar a su magisterio al poco
tiempo, por presentar frecuentes ataques de asma severa. Aún así, fue capaz de
encontrar en la música su luz creativa que lo convertiría con el tiempo en uno de los genios italianos del período
barroco. En su abundante producción musical figuran más de 800 obras, donde
resaltan alrededor de quinientos conciertos, obras sacras distribuidas en
oratorios, cantatas y misas solemnes, además de componer varias óperas
Una de sus obras más celebrada ha sido Las Cuatro Estaciones, realizada
en 1721 y está constituida por 4
conciertos, para violín y orquesta, dedicados a la primavera, el otoño, el
verano y al invierno, respectivamente. A lo antes expuesto, hay que agregar que
Vivaldi compuso varios conciertos dedicados a exaltar el sonido de otros
instrumentos como el violoncello, la flauta, el fagot, la trompeta, el oboe, y
la mandolina. En su grueso inventario creativo figuran muchas composiciones
sacras como: Glorias, Magnificat, Dixil dominus, Stabat Mater, Vespro Principi
Divino, Beatus Vir y muchas otras. Como si fuera poco, en su catálogo de piezas
figura también la música de varias óperas como la de: Ottone in villa, Nerone
fatto Cesare, Griselda, Orlando finto pazzo, La Silvia, Arsilda Regina di Ponto
y otras más..
En las composiciones de Antonio Vivaldi, según nos refiere el crítico
musical Stéphane Friédérich, “cada frase es luminosa, precisa y equilibrada;
las características de cada instrumento están explotadas al máximo; la riqueza
de los temas parece inagotable ¿Cómo resistir al placer de escuchar esas
melodías?…”. En tal sentido, “il prette rosso” quiso con su obra demostrar al
mundo que la buena música es uno de los
caminos triunfales para agradar a Dios.
Este ilustre compositor veneciano fallece en Viena, el 28 de julio de
1741.
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