Foto cortesía de http://www.cocinayvino.com/recetas/postres/conservas-coco-sinonimo-tradicion/ |
Por: Héctor
Camacho Aular
Desde muy niño aprendió a jugar béisbol con
los amigos del barrio, teniendo siempre la costumbre de animar a sus compañeros
de equipo con sanas palabras, aparte de silbar y cantar si realizaban una importante
jugada. Cuando logró entrar al primer equipo organizado, el manager, al ver su
nata habilidad para atrapar, con elegancia, cualquier tipo de rolling y la de
lanzar a las bases con precisión, optó por colocarlo fijo en el campocorto.
Al
año siguiente, fue seleccionado como short stop titular de la selección, para
representar al estado en el Campeonato Nacional de béisbol doble AA, llegando a
establecer, en dicho certamen, el récord de más lances consecutivos sin cometer
error. Después de un breve descanso, continuó jugando al béisbol en su pueblo natal con mucho entusiasmo, con la original
costumbre de entrar y salir del dugout cantando las primeras estrofas de las
canciones de moda para el momento, al extremo que sus compañeros de equipo al
verlo llegar, murmuraban muy sonrientes: “Con cuál canción nos saldrá en este
inning”.
Ya retirado del béisbol aficionado seguía
con mucha atención los juegos que se transmitían por radio y televisión. Tiempo
después, logró convertirse de la noche a la mañana en el vendedor oficial de
las famosas conservas de coco, elaboradas por su dinámica esposa. Por todo el
país se extendió la fama de aquellas preparaciones antañonas y la forma
“cantaìta” para atender a la clientela del jocoso pelotero. En una ocasión, un
gallego pidió que le vendieran diez conservas y de inmediato él salió rápidamente
a buscarlas a la cocina, cantando en el recorrido: “En España, bendita
tierra/donde puso su mano el amor/…”. Días después, llegó al lugar una bella
dama solicitando media docena de las mismas y al entregarle su pedido el curioso
paracorto le preguntó:”¿De dónde es usted?” Y ella muy sonriente contestó: “Soy
caraqueña”. Inmediatamente, cantó: “…donde están las mujeres más bellas/ en
Caracas…”.
Más adelante, en plena época decembrina, un hombre muy alto de pelo
rubio y con dificultad para hablar
español, acudió entusiasmado a la conocida casa dulcera y sin mucho protocolo manifestó:
“Yo querer ten conservas”. Ante tal situación, el pícaro vendedor murmuró, para
sus adentros “este rolling, entre short y segunda, ésta difícil de atraparlo”,
sin embargo, cuando fue a entregarle las conservas recordó la letra del
merengue rucaneao: “Me fui para Nueva York/en busca de unos centavos/ he
regresado a Caracas/como foete de arrear pavos/…”
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