Lidis Méndez
Secretaria de Organización
Unidad Visión Venezuela-Mérida
@lidis1401
En medio de la
tortura colectiva a la cual estamos sometidos sin consentimiento, la sociedad
civil reacciona positiva y paulatinamente para enfrentar el anhelo sádico de
quienes detentan el poder en Venezuela y pretenden ignorar el colapso
de la República. El quiebre público de la voluntad moral a
través de la restricción de alimentos, medicamentos, servicios públicos, abuso
de poder, corrupción y compra de voluntades terminó por debilitar la fuente de
poder que alimentaba al régimen: el pueblo, víctima de su criolla viveza.
Después de la
destructividad viene la reconstrucción, es un ciclo natural, una ley universal.
El costo político para entender que no se puede rogar a un régimen para que
actúe en términos democráticos es bastante alto. Figuras y organizaciones
emblemáticas de la política nacional se ven obligadas a regenerarse desde el
interior, con sus propios medios, a recoger sus pasos y asumir sus
errores antes de enfrentar la última batalla de esta guerra asimétrica para
disolver el militarismo de Estado.
En artículos
anteriores explicaba que no era posible un diálogo con el gobierno
desde la MUD si no había primero un consenso dentro de la sociedad.
La necesidad, precariedad y hambruna nos reúnen nuevamente para formar
alianzas, confluir en escuelas de ciudadanía y presentar un verdadero proyecto
de reconstrucción y desarrollo nacional. Ciertamente, estas dignas acciones no
son orquestadas desde ningún centro único de poder o liderazgo como anhelan
quienes aún llevan en su seno el espíritu autoritario.
El consenso
social apenas inicia pero va en aumento, mientras el poder e influencia del
régimen se debilitan tanto a nivel nacional como internacional. La única vena
de la cual se alimenta el fraudulento sistema de “gobierno nacional” es por la
carótida de las Fuerzas Armadas, sobre quienes recae la mayor responsabilidad
de los hechos que están por venir. Como consecuencia del “racionamiento” de
recursos vitales para nuestra supervivencia y bienestar, el pueblo por sí mismo
sale de su catarsis para enfrentar las penurias que genera la ingobernabilidad.
El aprendizaje
acumulado que nos imparte la lucha imperfecta en materia electoral, se ha
acumulado dentro del cuerpo social como valor intrínseco y habilidad ciudadana
para exigir al cuerpo político abstenerse de participar en procesos viciados y
fraudulentos. A lo largo de todo el territorio nacional se despliegan fuerzas
que esparcen ciudadanía demostrando que no necesitamos mártires, santos o
mesías para reconstruir el país. Necesitamos que el pueblo participe para
forjar nuevas alianzas, pactar con dignidad y decidir por consenso
nacional no cooperar con instituciones públicas deslegitimadas que
destruyeron la República.
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