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lunes, 7 de diciembre de 2020

Enrique Ochoa Antich sobre el 6D: Perdimos todos

Sólo queda emprender la larga ruta democrática hacia las presidenciales de 2024
























(Nota de prensa Enrique Ochoa Antich) Uno mira al país, éste del 30 % de niños tocados por algún tipo de desnutrición, el del salario convertido en sal y agua, el de millones de familia cocinando a leña, el de las colas de kilómetros para surtir gasolina, el de los ancianos con pensiones de miseria, el de los enfermos sin cura, en fin, esta heredad catastrófica que aún llamamos patria, y luego echa una ojeada a los resultados electorales del 6D, al liderazgo político que tenemos, y el sentimiento que aflora es el de bochorno y vergüenza. Especialmente cuando oye a los jubilosos de la nada.

Por ejemplo, al patético G4 atribuyéndose como propio el 70 % de abstención. ¿No les dará algo de pena? Primero, que en 2015, cuando toda la oposición participó masivamente, ya hubo una abstención del 25 %: abstención estructural, se llama. O sea, ya el 70 baja a 45, si se quiere buscar algo parecido a una abstención militante. Agréguele usted un 10 % a causa de la pandemia y las colas de gasolina. Va quedando un 35 %. Una parte, pongamos el 10, está influido por la prédica de MCM, ortodoxa en el no-voto, el no-diálogo y la intervención militar extranjera, va quedando un 25 %, del cual al menos un 10 o 5 % se corresponde con esa porción que parece estar exclamando: ¡Que se vayan todos! Así que tal vez haya un 20 o 15 % que haya atendido a la prédica abstencionista del G4.

Luego está el gobierno que nos quiere hacer creer que ganó con ¡60 %!... pero de los votos válidos, claro. Sus 3 millones y tantos, representan ¡tan sólo el 16 % del REP! O sea, en 2013, Maduro ganó con 52 %, o algo así, en 2015 perdieron la AN con 40, en 2018 ganó la presidencia con 30% (gracias a la abstención), y hoy gana la nueva AN con 16 %. ¿En serio, Nicolás; en serio, Diosdado, van a celebrar con estruendo, redoblantes, trompetas y fuegos de artificio esa “victoria" pírrica (que como las del famoso general griego, sólo deja como resultas un país más destruido)? ¿Van a seguir gobernando como si nada hubiese pasado? Con esta débil ganancia, ¿irrumpirán en la nueva AN con el retrato de Chávez a cuestas como si fuese un espacio propio y no un Poder de todos? ¿No van a explorar compartir los Poderes Públicos y la conformación de un gobierno de emergencia y unidad nacional?

Y luego está la otra oposición, la participacionista: obtiene un exiguo 7 % del REP, cuando en 2018 había obtenido un 13, si mal no recuerdo. Es hora de revisar con franqueza por qué no alcanzamos a disputarle la franquicia opositora al G4 y a qué se debe tan baja capacidad de convencimiento a favor de la ruta democrática. Y ojalá que los partidos tengan la humildad de reconocer el monumental error de no haber maximizado el esfuerzo para ir unidos en un solo bloque en estos comicios, como tanto se les propuso… y desde hace meses.

Panorama desolador. En 2006 reagrupamos a la oposición participacionista: luego de los errores del golpe del 11 de Abril, el paro insurreccional y la abstención 2005 y de la derrota del revocatorio… en un año estábamos ganándole al más poderoso Chávez el referendo de 2007 (con AD, MCM y Ledezma promoviendo la abstención). Así, retomando la ruta democrática, ganamos las principales gobernaciones y alcaldías en 2008 y 2009, obtuvimos más votos que el PSUV en 2010, casi vencemos en las presidenciales de 2013, y ganamos en 2015. Luego nos volvimos locos, nos salimos de la estrategia, caímos en las provocaciones del gobierno y votamos el juego. Esta rápida capacidad de recuperación sigue allí, a condición de un deslinde claro con la oposición extremista: invasionista, sancionista, y violenta.

¿Podremos ahora que ya no hay Trump en lontananza, que hizo aguas el mantra aquél, y que se vuelve a probar la inutilidad en términos prácticos de la abstención, hacer lo mismo? Dependerá de que los sectores moderados y más lúcidos del G4 se desplacen hacia el centro y, con la oposición tercamente participacionista, reencontrándose con ella, emprenda esta nueva travesía del desierto: designación negociada de los Poderes Públicos y elecciones regionales y municipales en 2021 y presidenciales en 2024. Ojalá tengamos la entereza para asumir con coraje, con coherencia y sin esguinces, esta ruta. Entre el espejismo de la nada, cuya primera perfomance es la pantomima de la “consulta" guaidoísta, y la realidad concreta, tangible, de la ruta democrática, por ruda que sea, siempre será preferible la realidad. Lo otro es política-ficción que no nos lleva a ninguna parte.

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