Al principio no fue capaz de identificar
aquella enigmática figura. Ante tal silencio mental, no le quedó más remedio que acudir a toda
prisa a su venerado archivo astral, con el
propósito de revisar, con detenimiento, todo lo acumulado hasta el presente y
así poder capturar la incorruptible
huella dactilar que pudo haber dejado en aquellos documentos.
Llegada la medianoche, encendió el moderno tocadiscos para escuchar boleros de la guardia vieja alternados estratégicamente con los mejores éxitos bailables de los años cincuenta, acompañado de varios tragos de whisky doble, mezclado con los infaltables pedacitos de hielo. Entre trago y trago, mantenía firme la esperanza de encontrar en su distraída memoria alguna foto extraviada que lo llevaría a la definitiva identificación. Sin embargo, su estimulante experimento que lo mantuvo despierto hasta altas horas de la medianoche no dio el resultado esperado. Una semana después, volvió a encontrarse de frente con la misma figura. Esta vez, logró verle sus llamativos ojos negros. Inmediatamente regresó a su apartamento para tomarse, con urgencia, una copa de whisky puro y abrir después, en forma ruidosa, la ventana de su cuarto, exclamando con alegría: “Por fin logré reconocer a mi propia sombra”.
Llegada la medianoche, encendió el moderno tocadiscos para escuchar boleros de la guardia vieja alternados estratégicamente con los mejores éxitos bailables de los años cincuenta, acompañado de varios tragos de whisky doble, mezclado con los infaltables pedacitos de hielo. Entre trago y trago, mantenía firme la esperanza de encontrar en su distraída memoria alguna foto extraviada que lo llevaría a la definitiva identificación. Sin embargo, su estimulante experimento que lo mantuvo despierto hasta altas horas de la medianoche no dio el resultado esperado. Una semana después, volvió a encontrarse de frente con la misma figura. Esta vez, logró verle sus llamativos ojos negros. Inmediatamente regresó a su apartamento para tomarse, con urgencia, una copa de whisky puro y abrir después, en forma ruidosa, la ventana de su cuarto, exclamando con alegría: “Por fin logré reconocer a mi propia sombra”.
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